Veo con asombro los puestos ambulantes afuera del metro C.U. tapizados con camisetas con imágenes de Marx y del Che. Me dan risa quienes las portan. Me sorprende que a estas alturas haya gente que siga creyendo en los propósitos marxistas, siendo que ninguno se cumplió en la historia posterior.
Para la religión, Marx no fue mas que otra marca del Arcángel Caído consagrada a su propio y horrible juramento: "no serviré". Para la política, no fue más que una pieza en el mecanismo de desarrollo de las relaciones humanas, un personaje arrojado por las circunstancias que él soñaba dominar pero que nunca comprendió. Para el intelectualismo humano fue un flato mental, y para la cultura humana, no fue mejor que el cuervo de Edgar Alan Poe chillando "nunca más", "nunca más".
En verdad, Marx hubiera servido mucho mejor al mundo si se hubiera unido a su padre en la verificación de testamentos en los juzgados de Trier, o vendiendo corbatas y agujetas en una calle citadina de Könisberg.
Por ahora, sin embargo, la imagen con anteojos que pundorosamente portan los universitarios de C.U., permanece como un monumento a la propaganda perversa y publicidad. No da ningún indicio sobre Karl Marx, judío renegado, cristiano renegado, satanista poco entusiasta, seudo intelectual, el esfuerzo de cuya vida dio nacimiento a la ideología más antihumana que nuestro mundo jamás haya conocido. Los cabellos sueltos, la barba amplia, la mirada con lentes, de intensa concentración, tienen el propósito de transmitir la impresión del profesor que tanto deseó ser y del sabio que jamás fue verdaderamente.