lunes, noviembre 28, 2005

Será?

La historia de una mujer se lee en la cara.

Sobre la violencia contra las mujeres

A raíz de la reciente campaña del Instituto Nacional de las Mujeres sobre la violencia contra las féminas, y sobre todo luego de leer un buen ensayo de RSV, me he dado a la tarea de desentrañar la cuestión de la violencia contra las mujeres, al menos en nuestra sociedad. Un proverbio florentino del medievo rezaba: “Al buen y al mal caballo, la espuela; a la buena y a la mala mujer, un señor y, de vez en cuando, el bastón.” En el siglo XIX, en EUA, existía la famosa “ley del pulgar”, que permitía disciplinar a la propia esposa con una vara, cuyo grosor no excediera el tamaño del pulgar del consorte.

El modo violento de amar se define como el daño psicológico y corporal que se inflingen los amantes, de modo unilateral en el síndrome de la mujer maltratada, o de modo cruzado cuando lo hacen ambos miembros de la pareja. La mayoría de los golpeadores son varones, aunque el maltrato físico cuya víctima resulta el hombre dista de ser excepcional.

El enamoramiento violento se distingue del sadomasoquismo porque el golpeador sólo lastima para obtener el control, y ninguno de los participantes de la escena encuentra placer erótico en las palizas.

Los psicólogos conductistas piensan que el abuso físico intermitente crea un vínculo de apego traumático en la víctima. En palabras más sencillas, significa que el maltratado provoca amor en la pareja golpeada. Corsi (1955), un estudioso del amor violento, supone que el maltrato proviene de los valores machistas y no representa una verdadera enfermedad mental. El golpeador se describe como un hombre macho del tipo “duro”, como un varón aniñado tipo “Peter Pan”, o como un varón con “doble fachada”: amable en la calle y ogro en la casa.

El macho violento percibe a su mujer como una provocadora y la culpa por la violencia que desata, y niega, minimiza o justifica los golpes. Su ceguera selectiva le impide darse cuenta de que el maltrato provoca que su mujer le niegue el sexo y la ternura, lo evite y finalmente lo abandone. Esos sujetos sostienen una concepción anticuada y rígida de género: el macho debe mandar y a la mujer le corresponde servir y obedecer. La afectividad del golpeador se caracteriza por la incapacidad de discriminar y hablar de sus emociones con la mujer o algún confidente, por la tendencia en cortocircuito de convertir la cólera en maltrato —sin que medien explicaciones ni negociaciones—, por la intensa dependencia afectiva a su mujer y la incapacidad de estar solo, y por la baja autoestima que siente sólo cuando tiene a su hembra de rodillas. Los vínculos de los abusadores se caracterizan por el control estricto de los movimientos de su pareja, por la manipulación de la mujer, los hijos y los amigos, y las actitudes posesivas y celosas. El consumo de alcohol se considera causa de palizas, porque facilita que se dispare el maltrato.

En 1991 los autores Hurlbert y Apt estudiaron las personalidades de los varones golpeadores, y encontraron escasa intimidad, insuficientes habilidades asertivas, y menor satisfacción sexual que en los sujetos no abusadores. Los golpeadores se mostraron más erotofóbicos y preocupados sobre el sexo que los varones no golpeadores, pero, paradójicamente, exhibieron una mayor autoestima sexual.

Los psicólogos y organizaciones feministas que estudiaron el abuso marital han hecho una descripción del carácter de las mujeres golpeadas. Ellas dependen del marido en lo emocional y en lo económico. Aceptan el sistema de valores machistas que autoriza al varón a castigarlas. Se manifiestan como personalidades culposas, que se atribuyen toda la responsabilidad por los males de la pareja. Su autoestima es baja. Sufren de aislamiento y carecen de red de apoyo social. En otro estudio, de Hurlbert y Apt de 1993, se observó que las mujeres víctimas de abuso tenían mayor apego a la ideología del rol tradicional de la mujer y del matrimonio patriarcal, mayor erotofobia y evitación del sexo que otro grupo de mujeres no victimas, y mostraron menos asertividad, intimidad, armonía marital y satisfacción sexual que las golpeadas. ¿Será entonces que personalidades parecidas (golpeador/golpeada) se buscan?

Según Bonino Méndez, el carácter de la mujer golpeada estaría moldeado por la acción del golpeador mediante tácticas que este autor describe como “micromachismos” y clasifica como: coerción abierta (control del dinero, gritos y golpes), maniobras encubiertas (el varón se presenta como un niño desamparado e incapaz, o debilita a la mujer asumiendo una actitud sobreprotectora y paternalista) y operaciones durante las crisis (que consisten en el silencio, la infidelidad, las amenazas de suicidio, o la transformación en un esposo gentil que acumula méritos mediante adulaciones y regalos).

Los biólogos atribuyen el amor violento a la mayor agresividad del cerebro masculino. Los psicólogos, por su parte, explican que el hombre violento fue castigado duramente durante su infancia, su padre no le expresó amor, y presenció las peleas de su familia de origen, que luego reproduce. Finalmente, los psicólogos aseguran que la violencia es una consecuencia de la cultura machista y patriarcal.

Pero todo esto ¿lo sabrán los publicistas del INMUJERES?

martes, noviembre 22, 2005

Sobre los metrosexuales

Hará cosa de un año o dos que escuché por primera vez el término “metrosexual”. Sin entenderlo del todo bien pensé que se refería exclusivamente a hombres que gustaban del buen vestir, buen comer y sobre todo, buen aparentar, nada más. En un principio no dudaba de la hombría de este nuevo tipo de caballeros tan dados al narcisismo, hasta que caí en cuenta de lo siguiente:

Por lo general, la mujer se fascina ante la inteligencia y el poder del varón, y por el contrario, éstos se espantan de las mujeres inteligentes y exitosas. La tendencia femenina a enamorarse del líder carismático les permite a éstos gozar de harenes, donde las mujeres se le someten hasta la servidumbre y aceptan las infidelidades del héroe (véase caso Beckham). Nada de esto ocurre en el varón, al que jamás se le ocurre enamorarse de mujeres tipo Golda Meir, Margaret Thatcher o Indira Gandhi. La mujer ama la inteligencia (aunque también el éxito y el poder) en el hombre, pero los varones suelen congelarse ante el talento femenino. (Eso explica que por ejemplo, hombres muy feos, pero muy exitosos —como los raperos, deportistas en general, líderes sindicales, etc. — gocen de la compañía y el favor de mujeres muy, pero muy hermosas, aunque éstas no tengan nada de exitosas ni de inteligentes, y ayuda también a explicar porque mujeres treintonas no agarran novio a pesar de su éxito intelectual y económico).

La mujer está dotada de mayor carga de autoerotismo cuando se excita ante el espejo con la belleza de su propio cuerpo, y encuentra placer en decorarlo con peinados, depilaciones, cosméticos, perfume, alhajas, vestido y calzado. En el varón esta forma de autoerotismo es menor, y el macho tradicional raramente se mira al espejo, no usa cosméticos y no pierde el tiempo en ponerse atildado. Sin embargo, los metrosexuales procuran a toda costa la belleza de su cuerpo, y no dudan en gastar lo que sea necesario por tener el peinado de moda, la ropa de ocasión, el perfume, calzado y accesorio, en fin, lucir perfectos en una palabra.

Así las cosas, la conducta del metrosexual corresponde más a patrones de identificación femenina que masculina, y no sólo porque el hombre deba rechazar forzosamente la buena apariencia, sino porque al procurar su propia belleza y perfección estética, no es a las mujeres a quienes va a atraer (pues como ya se vio la mujer se erotiza con la inteligencia, el éxito y el poder) sino…a otros hombres, quienes preferentemente buscan la belleza como elemento esencial de atracción. Quizá en el fondo ese sea el deseo oculto de todo metrosexual. Quien sabe.

viernes, noviembre 18, 2005

Las mujeres de 30...

Hace algunos años ví una película alemana que comenzaba con la imagen de una mujer sentada en una silla, sobre un fondo blanco, fumaba un cigarro. Luego de dos bocanadas de tabaco dijo: "Me llamo fulana y tengo 30…y tu sabes, a los 30 es más fácil que te caiga una bomba a que te caiga un hombre”.

Aunque en su momento no le di mayor importancia, ahora lo entiendo en todo su dramatismo. Llegué a los 30 y me encontré rodeado de más de media docena de “treintonas” que nomás no agarran nada. No crea usted amable lector que se trata de mujeres feas. Por el contrario, hablo de mujeres guapas, profesionistas, exitosas, talentosas, algunas con posgrado, otras que ya alcanzaron una solvencia económica considerable, de buena familia, etc., todas las características que a simple vista las hacen el mejor partido y que no obstante, no bastan para conseguirles un novio, no se diga un esposo.

Escucho que corean casi al unísono “ya no hay hombres”, o “los hombres que valen la pena ya se casaron con escuinclas bobas de 20”, “los hombres no quieren comprometerse, solo les gusta jugar, acostón y ya, nada de compromiso” y cosas así. Pareciera pues que la culpa de su soltería es enteramente nuestra, cuestión que me agobió por un tiempo hasta que decidí profundizar en el origen de semejante calamidad.

De mi reflexión concluí que en realidad, la culpa está en ellas, pues la mujer (en general) tiende a ser muy contradictoria a lo largo de su vida. Me refiero a lo siguiente: Noté que cuando las mujeres son pre-adolescentes y adolescentes, su escala de valores respecto al sexo opuesto se inclina a favor de los niños más grandes, más guapos, populares, deportistas, novieros, gandallas, rebeldes y así. Ninguna se fija (por Dios!) en el estudioso, respetuoso o buen hijo. Esas son “noñerías”, “nerdeses”, que flojera! Si bien esta actitud comienza desde finales de la primaria, se acrecenta en la secundaria y se exacerba en la preparatoria.

Así transcurren los años de juventud y mientras los llamados “nerds” (por estudiosos, responsables, repetuosos, buenos hijos, etc.) van de descalabro en descalabro, pues no les hacen caso ni las moscas, los otros van de novia en novia, muy populares, mucha fiesta. Las niñas por supuesto, suspiran por el galán de moda y si acaso platican con un nerd para cuestiones que no pasan de prestar un cuaderno o pedir un favor.

Luego llega la universidad. Allí los populares, además de los antecitados (aunque ya para entonces han bajado sus bonos) son por supuesto los de 4° o 5° año. Y que sueño más glorioso enamorarse de un egresado que trabaje y les proponga matrimonio! Los compañeros de banca…de esos ni hablar: pobretones, ignorantes, nacos, feos, gordos, flacos, insípidos.

Bien, cuando terminan la carrera (y junto con ella parece también haber terminado su hermoso y largo cabello, su coquetería, su ánimo fiestero y en mucho su autoestima —sobre todo si se fue alumna de Cárdenas—) les parece que es tiempo de buscar, ahora si un novio serio y no un niño (nótese que aquí por niño entienden a sus ídolos de juventud). Los hombres a su vez, que fueron menospreciados hasta el cansancio por sus compañeras, seguramente se titularon y trabajan ya en algún despacho en donde las, siempre puestas y dispuestas, secretarias los ven guapos, inteligentes, simpáticos, ricos, deseables (casi igual que…las de primer año de la carrera). La conclusión es casi obvia.

A pesar de lo evidente de este superficial análisis, es una realidad que hay mujeres de 30 que no se explican por qué razón no pueden conseguir pareja. Lo más curioso es escucharlas decir que “no hay hombres que valgan la pena”. A pregunta expresa sobre qué entienden por “hombre valioso” dicen: “pues uno que sea caballeroso, trabajador, hogareño, ahorrador…ya sabes, lo normal”. Bien les digo, pues esos “hombres valiosos” de hoy fueron los “nerds” indeseables del pasado. Son los mismos (porque el ser humano es un animal de costumbres) a los que despreciaste toda tu vida o la mayor parte de ella. ¿Qué esperabas?, ¿Qué siguieran deseándote igual que en primero de secundaria?...Si son nerds, no estúpidos.

Y más risa me provoca cuando dicen: “es que los hombres que todavía quedan solteros son unos patanes”…osea, ahora lo que amaron dejó de tener atractivo y claro, quienes se dedicaron en cuerpo y alma al desmadre difícilmente lograron algo en la vida (fuera de alcoholismo, enfermedades venéreas y eso si, mucha fiesta). Creo que la contradicción está muy clara. Yo opté por decirles: “no te hagas fulanita, esos son los que te gustan, así los has buscado siempre ¿a poco no?”.

Continuará.

miércoles, noviembre 16, 2005

Escribir no esta de moda.

Escribir no está de moda porque leer no está de moda. Sin embargo, hace unas semanas me encontré en la red de redes las páginas de dos amigos, Grehe Velázquez e Israel Delgado quienes con un estilo ameno y desenfadado exponen temas de las índoles más variadas y representan, sin duda, lo mejor de nuestra juventud.
En este espacio no pretendo semejantes ambiciones, pues mientras estos amigos son geniales, yo solo tengo, de vez en cuando, alguna que otra idea...que aun así, me atrevo a compartir con ustedes.
Ayer comentaba con Daniela Baudry los códigos de ética de los "webloggs". Al parecer, hay tres tipos: aquellos en los que se tiran rollos profundos, gruesísimos e initelegibles (saludos aqui al sabio ferapides de siracusa); otros en los que los visitantes sueltan lo primero que les viene a la mente, sin demasiadas pretensiones; y un tercer tipo en los que domina el "pointless vandalism" o "madrazos y madrazos, salvese quien pueda". Aqui la idea es más o menos la segunda aunque muy bienvenidos los verdaderos sabios como el amigo ferapides, lo que de plano no es lo tercero, este no es el lugar.
Bienvenidos todos.