Norte y Sur
Deberíamos sentirnos moralmente perturbados por un sistema económico en el que las ganancias acentuadamente crecientes de los administradores profesionales de las corporaciones contrastan desagradablemente con la situación de millones de sus conciudadanos sin hogar y hambrientos. Es difícil justificar estructuras en las que el jefe ejecutivo promedio de una gran compañía norteamericana recibe noventa y tres veces más dinero que el trabajador industrial promedio, y setenta y dos veces más que el maestro de escuela promedio!
Debo insistir en que en una economía moralmente ajustada, el rico no debe volverse más rico si el pobre se vuelve más pobre.
Si esta es la forma en que se permite que vayan las cosas, entonces la nueva comunidad mundial ya lleva dentro las semillas de su pronta desintegración, semillas visibles ya en la ola de robo, secuestros, violencia, discriminación y guerra a tiros entre la desesperada pobreza y la codicia ilimitada que estalla todos los días en las calles de nuestras ciudades.
El problema mayor es que estamos acercándonos al punto en que la devastación humana de los países del Sur se encuentre a un nivel mucho más profundo del que puede remediarse con una provisión de lavavajillas, DVD, cuentas bancarias, alimentos de lujo, artículos de consumo, abundancia de artículos de primera necesidad, medios libres, elecciones libres. Las poblaciones de los países del Sur no tienen ideología, ni conjunto de principios morales, ni ética, ni objetivos. El violento hedonismo de J.R. en “Dallas”, las adquisiciones meteóricas de enormes fortunas en dólares por parte de empresarios occidentales, los alcances ilimitados de la sexualidad, tal como la propone el floreciente establishment occidental de la pornografía, y las políticas de que no haya autoridad superior a las demandas de cada ser individual, son la cimiente de los grandes males que estamos viviendo. Éste movimiento puede denominarse el “movimiento sin ideas”. Es una violenta búsqueda del objetivo —la buena vida— sin ningún credo que la guíe, sin ninguna ideología digna de aquellos que ostensiblemente están huyendo del craso materialismo y ateísmo moral del capitalismo desenfrenado.
Se puede advertir que, con tanta seguridad como un cáncer mortal, el destino inhumano que ya aflige a millones y millones de hombres y mujeres, niños e infantes, debe infectar el cuerpo entero de la humanidad. Seguramente debe producir convulsiones y un dolor atroz. Seguramente debe terminar en nuestra muerte como una comunidad civilizada.
Para la curación de esa profunda herida comunal no serán suficientes meramente un aluvión de dólares y una colección de coinversiones. Tiene que haber una curación de mentes, una cura de la enfermedad del alma...
Debo insistir en que en una economía moralmente ajustada, el rico no debe volverse más rico si el pobre se vuelve más pobre.
Si esta es la forma en que se permite que vayan las cosas, entonces la nueva comunidad mundial ya lleva dentro las semillas de su pronta desintegración, semillas visibles ya en la ola de robo, secuestros, violencia, discriminación y guerra a tiros entre la desesperada pobreza y la codicia ilimitada que estalla todos los días en las calles de nuestras ciudades.
El problema mayor es que estamos acercándonos al punto en que la devastación humana de los países del Sur se encuentre a un nivel mucho más profundo del que puede remediarse con una provisión de lavavajillas, DVD, cuentas bancarias, alimentos de lujo, artículos de consumo, abundancia de artículos de primera necesidad, medios libres, elecciones libres. Las poblaciones de los países del Sur no tienen ideología, ni conjunto de principios morales, ni ética, ni objetivos. El violento hedonismo de J.R. en “Dallas”, las adquisiciones meteóricas de enormes fortunas en dólares por parte de empresarios occidentales, los alcances ilimitados de la sexualidad, tal como la propone el floreciente establishment occidental de la pornografía, y las políticas de que no haya autoridad superior a las demandas de cada ser individual, son la cimiente de los grandes males que estamos viviendo. Éste movimiento puede denominarse el “movimiento sin ideas”. Es una violenta búsqueda del objetivo —la buena vida— sin ningún credo que la guíe, sin ninguna ideología digna de aquellos que ostensiblemente están huyendo del craso materialismo y ateísmo moral del capitalismo desenfrenado.
Se puede advertir que, con tanta seguridad como un cáncer mortal, el destino inhumano que ya aflige a millones y millones de hombres y mujeres, niños e infantes, debe infectar el cuerpo entero de la humanidad. Seguramente debe producir convulsiones y un dolor atroz. Seguramente debe terminar en nuestra muerte como una comunidad civilizada.
Para la curación de esa profunda herida comunal no serán suficientes meramente un aluvión de dólares y una colección de coinversiones. Tiene que haber una curación de mentes, una cura de la enfermedad del alma...