Sobre la violencia contra las mujeres
A raíz de la reciente campaña del Instituto Nacional de las Mujeres sobre la violencia contra las féminas, y sobre todo luego de leer un buen ensayo de RSV, me he dado a la tarea de desentrañar la cuestión de la violencia contra las mujeres, al menos en nuestra sociedad. Un proverbio florentino del medievo rezaba: “Al buen y al mal caballo, la espuela; a la buena y a la mala mujer, un señor y, de vez en cuando, el bastón.” En el siglo XIX, en EUA, existía la famosa “ley del pulgar”, que permitía disciplinar a la propia esposa con una vara, cuyo grosor no excediera el tamaño del pulgar del consorte.
El modo violento de amar se define como el daño psicológico y corporal que se inflingen los amantes, de modo unilateral en el síndrome de la mujer maltratada, o de modo cruzado cuando lo hacen ambos miembros de la pareja. La mayoría de los golpeadores son varones, aunque el maltrato físico cuya víctima resulta el hombre dista de ser excepcional.
El enamoramiento violento se distingue del sadomasoquismo porque el golpeador sólo lastima para obtener el control, y ninguno de los participantes de la escena encuentra placer erótico en las palizas.
Los psicólogos conductistas piensan que el abuso físico intermitente crea un vínculo de apego traumático en la víctima. En palabras más sencillas, significa que el maltratado provoca amor en la pareja golpeada. Corsi (1955), un estudioso del amor violento, supone que el maltrato proviene de los valores machistas y no representa una verdadera enfermedad mental. El golpeador se describe como un hombre macho del tipo “duro”, como un varón aniñado tipo “Peter Pan”, o como un varón con “doble fachada”: amable en la calle y ogro en la casa.
El macho violento percibe a su mujer como una provocadora y la culpa por la violencia que desata, y niega, minimiza o justifica los golpes. Su ceguera selectiva le impide darse cuenta de que el maltrato provoca que su mujer le niegue el sexo y la ternura, lo evite y finalmente lo abandone. Esos sujetos sostienen una concepción anticuada y rígida de género: el macho debe mandar y a la mujer le corresponde servir y obedecer. La afectividad del golpeador se caracteriza por la incapacidad de discriminar y hablar de sus emociones con la mujer o algún confidente, por la tendencia en cortocircuito de convertir la cólera en maltrato —sin que medien explicaciones ni negociaciones—, por la intensa dependencia afectiva a su mujer y la incapacidad de estar solo, y por la baja autoestima que siente sólo cuando tiene a su hembra de rodillas. Los vínculos de los abusadores se caracterizan por el control estricto de los movimientos de su pareja, por la manipulación de la mujer, los hijos y los amigos, y las actitudes posesivas y celosas. El consumo de alcohol se considera causa de palizas, porque facilita que se dispare el maltrato.
En 1991 los autores Hurlbert y Apt estudiaron las personalidades de los varones golpeadores, y encontraron escasa intimidad, insuficientes habilidades asertivas, y menor satisfacción sexual que en los sujetos no abusadores. Los golpeadores se mostraron más erotofóbicos y preocupados sobre el sexo que los varones no golpeadores, pero, paradójicamente, exhibieron una mayor autoestima sexual.
Los psicólogos y organizaciones feministas que estudiaron el abuso marital han hecho una descripción del carácter de las mujeres golpeadas. Ellas dependen del marido en lo emocional y en lo económico. Aceptan el sistema de valores machistas que autoriza al varón a castigarlas. Se manifiestan como personalidades culposas, que se atribuyen toda la responsabilidad por los males de la pareja. Su autoestima es baja. Sufren de aislamiento y carecen de red de apoyo social. En otro estudio, de Hurlbert y Apt de 1993, se observó que las mujeres víctimas de abuso tenían mayor apego a la ideología del rol tradicional de la mujer y del matrimonio patriarcal, mayor erotofobia y evitación del sexo que otro grupo de mujeres no victimas, y mostraron menos asertividad, intimidad, armonía marital y satisfacción sexual que las golpeadas. ¿Será entonces que personalidades parecidas (golpeador/golpeada) se buscan?
Según Bonino Méndez, el carácter de la mujer golpeada estaría moldeado por la acción del golpeador mediante tácticas que este autor describe como “micromachismos” y clasifica como: coerción abierta (control del dinero, gritos y golpes), maniobras encubiertas (el varón se presenta como un niño desamparado e incapaz, o debilita a la mujer asumiendo una actitud sobreprotectora y paternalista) y operaciones durante las crisis (que consisten en el silencio, la infidelidad, las amenazas de suicidio, o la transformación en un esposo gentil que acumula méritos mediante adulaciones y regalos).
Los biólogos atribuyen el amor violento a la mayor agresividad del cerebro masculino. Los psicólogos, por su parte, explican que el hombre violento fue castigado duramente durante su infancia, su padre no le expresó amor, y presenció las peleas de su familia de origen, que luego reproduce. Finalmente, los psicólogos aseguran que la violencia es una consecuencia de la cultura machista y patriarcal.
Pero todo esto ¿lo sabrán los publicistas del INMUJERES?
El modo violento de amar se define como el daño psicológico y corporal que se inflingen los amantes, de modo unilateral en el síndrome de la mujer maltratada, o de modo cruzado cuando lo hacen ambos miembros de la pareja. La mayoría de los golpeadores son varones, aunque el maltrato físico cuya víctima resulta el hombre dista de ser excepcional.
El enamoramiento violento se distingue del sadomasoquismo porque el golpeador sólo lastima para obtener el control, y ninguno de los participantes de la escena encuentra placer erótico en las palizas.
Los psicólogos conductistas piensan que el abuso físico intermitente crea un vínculo de apego traumático en la víctima. En palabras más sencillas, significa que el maltratado provoca amor en la pareja golpeada. Corsi (1955), un estudioso del amor violento, supone que el maltrato proviene de los valores machistas y no representa una verdadera enfermedad mental. El golpeador se describe como un hombre macho del tipo “duro”, como un varón aniñado tipo “Peter Pan”, o como un varón con “doble fachada”: amable en la calle y ogro en la casa.
El macho violento percibe a su mujer como una provocadora y la culpa por la violencia que desata, y niega, minimiza o justifica los golpes. Su ceguera selectiva le impide darse cuenta de que el maltrato provoca que su mujer le niegue el sexo y la ternura, lo evite y finalmente lo abandone. Esos sujetos sostienen una concepción anticuada y rígida de género: el macho debe mandar y a la mujer le corresponde servir y obedecer. La afectividad del golpeador se caracteriza por la incapacidad de discriminar y hablar de sus emociones con la mujer o algún confidente, por la tendencia en cortocircuito de convertir la cólera en maltrato —sin que medien explicaciones ni negociaciones—, por la intensa dependencia afectiva a su mujer y la incapacidad de estar solo, y por la baja autoestima que siente sólo cuando tiene a su hembra de rodillas. Los vínculos de los abusadores se caracterizan por el control estricto de los movimientos de su pareja, por la manipulación de la mujer, los hijos y los amigos, y las actitudes posesivas y celosas. El consumo de alcohol se considera causa de palizas, porque facilita que se dispare el maltrato.
En 1991 los autores Hurlbert y Apt estudiaron las personalidades de los varones golpeadores, y encontraron escasa intimidad, insuficientes habilidades asertivas, y menor satisfacción sexual que en los sujetos no abusadores. Los golpeadores se mostraron más erotofóbicos y preocupados sobre el sexo que los varones no golpeadores, pero, paradójicamente, exhibieron una mayor autoestima sexual.
Los psicólogos y organizaciones feministas que estudiaron el abuso marital han hecho una descripción del carácter de las mujeres golpeadas. Ellas dependen del marido en lo emocional y en lo económico. Aceptan el sistema de valores machistas que autoriza al varón a castigarlas. Se manifiestan como personalidades culposas, que se atribuyen toda la responsabilidad por los males de la pareja. Su autoestima es baja. Sufren de aislamiento y carecen de red de apoyo social. En otro estudio, de Hurlbert y Apt de 1993, se observó que las mujeres víctimas de abuso tenían mayor apego a la ideología del rol tradicional de la mujer y del matrimonio patriarcal, mayor erotofobia y evitación del sexo que otro grupo de mujeres no victimas, y mostraron menos asertividad, intimidad, armonía marital y satisfacción sexual que las golpeadas. ¿Será entonces que personalidades parecidas (golpeador/golpeada) se buscan?
Según Bonino Méndez, el carácter de la mujer golpeada estaría moldeado por la acción del golpeador mediante tácticas que este autor describe como “micromachismos” y clasifica como: coerción abierta (control del dinero, gritos y golpes), maniobras encubiertas (el varón se presenta como un niño desamparado e incapaz, o debilita a la mujer asumiendo una actitud sobreprotectora y paternalista) y operaciones durante las crisis (que consisten en el silencio, la infidelidad, las amenazas de suicidio, o la transformación en un esposo gentil que acumula méritos mediante adulaciones y regalos).
Los biólogos atribuyen el amor violento a la mayor agresividad del cerebro masculino. Los psicólogos, por su parte, explican que el hombre violento fue castigado duramente durante su infancia, su padre no le expresó amor, y presenció las peleas de su familia de origen, que luego reproduce. Finalmente, los psicólogos aseguran que la violencia es una consecuencia de la cultura machista y patriarcal.
Pero todo esto ¿lo sabrán los publicistas del INMUJERES?
2 Comments:
Cuando era niño... una vez, le di un fuerte zape a mi hermana, ella en rabiosa respuesta me clavó un tenedor en la mejilla.
¿Entra ella en el rubro de mujer maltratada? ¿qué opinarían los psicólogos al respecto?
Estoy en ascuas pues!
Eso te pone a ti en ámbito de lo "gandalla" y a ella...pues qué bien!
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